Vegas es la ciudad que nunca duerme pero en la que siempre es de noche.
De día es algo perfectamente olvidable. Pocos recuerdos a la luz del sol: una piscina holgazana, una vista aerea desde el Stratosphere, la luz entrando tamizada en la habitación del hotel...
Toda la energía está concentrada en hacernos creer que la noche no se ha acabado: la penumbra constante de los Casinos, la ausencia de relojes, la poca luz natural dentro de los mega resorts y, sobretodo, los cientos de neones y luminosos que sólo cobran vida y tienen sentido cuando el sol se retira del desierto.
“A la luz del día, el complejo del Caesar’s Palace se parece a una prisión para mujeres de Teherán; por el contrario, de noche es el casino supremo de Las Vegas” (**)
Pero sucede a veces que paseando por el Strip de noche de repente la visión cae en un agujero negro, una zona dominada por la oscuridad, por la ausencia de luz, un espacio que parece absorber las partículas luminosas en vez de propagarlas a los cuatro vientos como hacen el resto de neones y fachadas luminosas a su alrededor.
Al día siguiente, a la luz del sol, uno se da cuenta de que es un solar vacío, un viejo casino esperando su demolición, tierra de nadie.
Y a pesar de todo, Todo es posible en Las Vegas. Y es que en lo más alto de la sociedad americana está el sueño, soñar es ya haber ganado. Perder la capacidad de soñar o que te quiten el derecho a supone una desgracia mucho mayor para el american citizen que el más estrepitoso fracaso, pues por lo menos tras un sueño roto nacerá siempre la posibilidad de uno nuevo.
Por lo tanto, Las Vegas es consecuencia del deseo de soñar: un lugar que ya de entrada promete la realización de todos los sueños y especialmente del principal: el éxito económico. A pesar de esto sería naïf pensar a estas alturas que el americano medio se cree esa quimera a pies juntillas y espera convertirse en millonario al pisar la ciudad. Pero renegar de Las Vegas sería renegar de los mismos sueños y eso sí es antiamericano.
(**) The Success of Excess; F. Anderton y J. Chase, Köneman, Colonia, 1997
Al día siguiente, a la luz del sol, uno se da cuenta de que es un solar vacío, un viejo casino esperando su demolición, tierra de nadie.
Y a pesar de todo, Todo es posible en Las Vegas. Y es que en lo más alto de la sociedad americana está el sueño, soñar es ya haber ganado. Perder la capacidad de soñar o que te quiten el derecho a supone una desgracia mucho mayor para el american citizen que el más estrepitoso fracaso, pues por lo menos tras un sueño roto nacerá siempre la posibilidad de uno nuevo.
Por lo tanto, Las Vegas es consecuencia del deseo de soñar: un lugar que ya de entrada promete la realización de todos los sueños y especialmente del principal: el éxito económico. A pesar de esto sería naïf pensar a estas alturas que el americano medio se cree esa quimera a pies juntillas y espera convertirse en millonario al pisar la ciudad. Pero renegar de Las Vegas sería renegar de los mismos sueños y eso sí es antiamericano.
(**) The Success of Excess; F. Anderton y J. Chase, Köneman, Colonia, 1997
2 comentarios:
muy interesante Nina, desde Building up te animamos a seguir escribiendo.
Un saludo!
El títol m'agrada molt, encara que alguna de les xinxetes ha punxat suro. Zerópolis està molt ben escrita i m'apunto al grup d'animadors que ha inaugurat la Laura.
Alien
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